La repetición del Nombre de Dios y la medi-
tación nunca deben ser juzgadas con crite-
rios meramente externos; deben ser juzga-
das por sus efectos interiores. Si alternamos
entre la impaciencia y la pereza, y si nos
preocupamos siempre así: "¿Por qué no ha
llegado todavía? ¿Por qué está aún tan le-
jos?", entonces todo se reduce a simple-
mente repetir el Nombre, y a una medita-
ción con el ojo puesto en los frutos de la
misma. El único fruto de la repetición de
los Nombres Divinos y de la meditación es
la conversión del enfoque exterior en un
enfoque hacia adentro; la visión de la rea-
lidad de la bienaventuranza átmica. Para
esa transformación tenemos que estar siem-
pre activos y esperanzados, sin importar
el tiempo que nos tome, ni las dificultades
que hallemos. No debemos evaluar el cos-
to, ni el tiempo, ni la dificultad. Debemos
esperar que descienda la Gracia del Señor.
Esta espera paciente es, en sí misma, parte
de Tapas (la austeridad de la meditación).
Adherirse resueltamente al voto es austeridad.
-BABA
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