Sólo un ardiente devoto puede entender y
experimentar la dicha de la unidad con Dios.
El azúcar sabe amargo para quien sufre de
malaria. Pero el defecto está en su lengua,
no en el azúcar. Ese también es el caso de
la persona inmersa en los deseos mundanos.
Si estás inmerso en ellos, no podrás experi-
mentar la dulzura de la Divinidad. Ten esta
firme convicción: "Dios está en mí, conmigo,
a mi alrededor, detrás de mí". Si piensas de
esta manera, llegarás a ser tú mismo divino.
Nunca abrigues el pensamiento de que estás
separado de Dios.
-BABA
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