El campesino limpia y nivela el terreno, quita las piedras yespinas, ara y prepara el campo, abona y nutre el suelo, lo riega y
aplica fertilizantes. Luego siembra las semillas y trasplanta los
brotes. Le sigue el proceso de arrancar la maleza y rociar
pesticidas. Finalmente, después de una larga espera, recoge la
cosecha. Una vez que el cultivo es recogido, lo trilla y lo aventa, y
finalmente estiba el producto. Estos diversos procesos tienen como
fin alimentar el estómago. De la misma manera, debemos sentir que el
hambre, la sed, la alegría y la tristeza, la pena y la pérdida, el
sufrimiento y la ira, la comida y el apetito no son más que estímulos
que nos impulsan hacia el logro de la Presencia del Señor. Si tienen
esa actitud, ningún pecado mancillará jamás sus acciones. Con el
tiempo, esos estímulos también se desvanecerán sin dejar rastro.
-BABA-
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