La inquietud, la agitación, crean las peores
condiciones para la actividad del pensamiento.
Por eso, cuando tengas que resolver un
problema importante, comienza calmándote.
Haz el silencio en tu interior y trata de elevarte
lo más alto posible, porque es arriba donde
se encuentra la luz. Cuando sientas que has
logrado alcanzar una especie de cima, formula
la pregunta que te preocupa y espera.
Ciertamente, esta respuesta comenzará a
llegarte más o menos claramente; quizá
no sea más que una vaga sensación difícil
de interpretar, pero eso ya será un indicio.
Así pues, no abandones. Tantas veces como
sea necesario, vuelve a hacer la pregunta.
Pronto sentirás una claridad en tu interior,
una certeza, y en ese instante ya no habrá
duda, sabrás cómo debes actuar. Pero
debes saber que la claridad y la precisión
de las respuestas que recibirás dependen
del desarrollo espiritual que tienes.