No confundan estas residencias temporales con
su morada eterna. No se descorazonen ante los
problemas evanescentes ni ante las tragedias e-
fímeras. Sumérjanse en el esfuerzo por alcan-
zar al Señor eterno. Todo en este mundo está
sujeto a declinar - si no hoy, al menos mañana,
está sujeto a desintegrarse. No es correcto re-
chazar al Señor, que está relacionado con uste-
des eternamente, para distraerse por este mun-
do con el cual nos relacionamos por un breve
lapso. Consideren el número de nacimientos
que han tenido, las incontables madres, pa-
dres, esposas, esposos, hijos, hijas, amigos y
enemigos que han tenido. ¿Acaso subsisten
hoy? ¿Recuerdan ellos la relación? Para ellos
ustedes no existen, y ellos no existen para us-
tedes. Pero ustedes y ellos tienen en común
al Señor, como el pariente invariable. Él sub-
siste a lo largo de todos los nacimientos; Él es
eterno. Les vigila de nacimiento en nacimien-
to. El Señor nunca los abandonará. ¿Qué tra-
gedía sería peor que olvidar a un Señor así?
-BABA