La investigación de la naturaleza de la mente revelará que ésta no tiene existencia aparte de los pensamientos que surgen por medio de los órganos de los sentidos.
Por esta razón, los sabios declararon: “Sankalpa Vikalpathmakam Manaha” (Los pensamientos y las dudas constituyen la esencia de la mente).
Para tener a la mente bajo control tenemos que liberarnos de todo el proceso de agitación mental.
Si queremos bañarnos en el mar agitado por las olas, no podemos esperar hasta que éstas se apacigüen.
De igual manera, sería tonto esperar a que se detuviera la agitación de la mente para experimentar ananda (felicidad divina).
La agitación es la naturaleza esencial de la mente. “Manana Sthithihi manaha” (el estado de pensar y recordar es la mente).
Ella adquiere una forma mediante la constante reflexión acerca de las propias experiencias sensorias.
Al relacionar las experiencias con el “yo” considerado como el experimentador, surge la conciencia de un individuo distinto, es decir, el ego.
A partir de allí se desarrollan los deseos y con éstos la mente adquiere una forma. Cuando una tela se deshila, sólo queda el algodón de que fue hecha; y si se quema éste, la tela deja de existir.
De igual forma, cuando se eliminan los deseos, el “yo” y la mente desaparecen.
Se ha dicho que la destrucción de la mente es el medio para la realización de la Divinidad.
Su cesación se puede efectuar eliminando gradualmente los deseos, a la manera como se deshila una tela.
Finalmente, los deseos han de ser consumidos en el fuego del desapego.
Todo en el mundo está sujeto al cambio Vean la vida como un largo viaje en tren. En el viaje no es bueno llevar equipaje pesado.
En el trayecto se encuentran diversas estaciones, como arthi (sufrimiento), artharthi (deseos por los objetos), jignasu (anhelo por entender) y jñani (autorrealización).
Entre menos equipaje se lleve, más fácil y rápidamente se podrá pasar por las diferentes etapas y alcanzar el destino final.
En consecuencia, el requisito fundamental es erradicar los deseos.
Todo lo que existe en el universo posee una forma y un nombre. De éstos dos, el nombre es el más importante. La forma está sujeta al cambio en todo momento.
El Vedanta declara que todo lo que se puede percibir está destinado a perecer; no hay nada en el mundo que no esté expuesto al cambio.
También el cuerpo del hombre atraviesa las etapas de la adolescencia, la edad adulta y la vejez.
Samsara (la vida mundana) es como un árbol con raíces, ramas, flores y frutos; la mente es la raíz principal de ese árbol, y si se la destruye, el árbol se vendrá abajo con todas sus ramas.
Si desaparece la mente, también el sentido de separación se irá con ella.
Las acciones del hombre están relacionadas con los deseos y aversiones.
Ellas son la causa de sus alegrías y de sus penas. Siendo la mente el origen de estas acciones, el cultivo de pensamientos puros y nobles tendrá como consecuencia que el individuo se ocupe de acciones puras y nobles.
Todos los males del mundo surgen de los pensamientos y actos malignos del hombre.
Sólo cuando éste se transforme la sociedad cambiará y el mundo se reformará.
Nada se puede lograr sin fe en Dios.
El hombre no utiliza sus órganos sensoriales de la manera correcta. Tiene ojos pero no ve lo que es bueno; tiene oídos pero no escucha lo bueno.
Sólo hay una manera de corregirlo: se le tiene que enseñar el camino espiritual y ayudarlo a cultivar las virtudes de la verdad, el amor y el sacrificio.
Se le debe alejar de su búsqueda egoísta, así como de la arrogancia y el orgullo. Su mente, que es la verdadera culpable, tiene que quedar limpia de todo mal.
El hombre cree en lo falso e irreal y desconoce el sabor de la verdad, la bondad y la belleza. Sólo cuando dirija sus pensamientos hacia Dios y los aleje del mezquino oropel del mundo podrá alcanzar la verdadera paz y alegría.
No hay nada que el hombre pueda lograr si no tiene fe en Dios, no importa la sabiduría o riqueza que pueda tener.
La educación moderna no enseña a los jóvenes lo que es esencial para hacer que sus vidas valgan la pena y tengan sentido.
Tienen la mente repleta con información inútil y saben muy poco acerca de lo que es útil para la vida cotidiana. Incluso en el campo de la espiritualidad existe un abismo entre el conocimiento verbal y la verdadera comprensión de la verdad espiritual.
La gente realiza repetición de mantras, meditación y cantos devocionales, pero no hay un entendimiento auténtico del propósito interior o de lo que se espera que logren.
Todos los seres vivos tienen en común los pancha bhutas (los cinco elementos básicos), los pancha koshas (las cinco envolturas), los pancha pranas (los cinco aires vitales) y los pancha indriyas (los cinco órganos de los sentidos).
¿Cuál es la forma de esto cinco elementos? ¿Cuál es el poder que sustenta a las cinco koshas? El hombre no indaga en estas materias.
Vive continuamente en estas envolturas y funciona por medio de los órganos sensoriales, pero ¿cuál es el propósito de esta vida? ¿Cuál es el significado del nacimiento humano?
Estas preguntas no lo inquietan. Desde el amanecer hasta el anochecer se satisface adquiriendo una u otra cosa y sólo se interesa por “mi casa”, “mi carro”, “mi ropa” y cosas por el estilo.
Viviendo en esta preocupación del “yo” y “lo mío”, no recuerda en absoluto la verdad básica acerca de la Divinidad, que es la verdadera naturaleza del “yo”.
La mente es causa de la idea de “lo mío”
Cuando el hombre llama a su cuerpo “mi cuerpo”, ¿quién es el propietario o morador de él? Si no es él el cuerpo o la mente, ¿qué es entonces?
¿Tiene algún sentido hablar acerca de “mi cuerpo”, “mi mente” y otras expresiones similares cuando no hay una verdadera comprensión de quién es él?
¿Tiene algún sentido tratar de adquirir diferentes posesiones sin entender quién las está adquiriendo y para qué propósito?
Una vez que ha quedado claro que la mente es la causa de este sentido de “lo mío” y que está constituida por deseos, entonces uno procurará alcanzar el estado de samadhi (estado supraconciente de bienaventuranza en meditación) en el cual cesan todas las agitaciones de la mente.
Puede resultar difícil alcanzar ese estado de serenidad yóguica; una manera más fácil de aquietar la mente consiste en concentrar todos los pensamientos en Dios.
Cuando esto se logra, se alcanza el estado de calma que viene en el sushupti (sueño profundo sin sueño).
Se trata de un estado de ecuanimidad en el cual se ve el dolor y el placer, la alegría y el pesar con la misma indiferencia y sin ser afectado por ellos de manera alguna.
Asimismo, se tiene que experimentar la identidad del jivi (ser individual) y Brahman (Ser universal).
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Por esta razón, los sabios declararon: “Sankalpa Vikalpathmakam Manaha” (Los pensamientos y las dudas constituyen la esencia de la mente).
Para tener a la mente bajo control tenemos que liberarnos de todo el proceso de agitación mental.
Si queremos bañarnos en el mar agitado por las olas, no podemos esperar hasta que éstas se apacigüen.
De igual manera, sería tonto esperar a que se detuviera la agitación de la mente para experimentar ananda (felicidad divina).
La agitación es la naturaleza esencial de la mente. “Manana Sthithihi manaha” (el estado de pensar y recordar es la mente).
Ella adquiere una forma mediante la constante reflexión acerca de las propias experiencias sensorias.
Al relacionar las experiencias con el “yo” considerado como el experimentador, surge la conciencia de un individuo distinto, es decir, el ego.
A partir de allí se desarrollan los deseos y con éstos la mente adquiere una forma. Cuando una tela se deshila, sólo queda el algodón de que fue hecha; y si se quema éste, la tela deja de existir.
De igual forma, cuando se eliminan los deseos, el “yo” y la mente desaparecen.
Se ha dicho que la destrucción de la mente es el medio para la realización de la Divinidad.
Su cesación se puede efectuar eliminando gradualmente los deseos, a la manera como se deshila una tela.
Finalmente, los deseos han de ser consumidos en el fuego del desapego.
Todo en el mundo está sujeto al cambio Vean la vida como un largo viaje en tren. En el viaje no es bueno llevar equipaje pesado.
En el trayecto se encuentran diversas estaciones, como arthi (sufrimiento), artharthi (deseos por los objetos), jignasu (anhelo por entender) y jñani (autorrealización).
Entre menos equipaje se lleve, más fácil y rápidamente se podrá pasar por las diferentes etapas y alcanzar el destino final.
En consecuencia, el requisito fundamental es erradicar los deseos.
Todo lo que existe en el universo posee una forma y un nombre. De éstos dos, el nombre es el más importante. La forma está sujeta al cambio en todo momento.
El Vedanta declara que todo lo que se puede percibir está destinado a perecer; no hay nada en el mundo que no esté expuesto al cambio.
También el cuerpo del hombre atraviesa las etapas de la adolescencia, la edad adulta y la vejez.
Samsara (la vida mundana) es como un árbol con raíces, ramas, flores y frutos; la mente es la raíz principal de ese árbol, y si se la destruye, el árbol se vendrá abajo con todas sus ramas.
Si desaparece la mente, también el sentido de separación se irá con ella.
Las acciones del hombre están relacionadas con los deseos y aversiones.
Ellas son la causa de sus alegrías y de sus penas. Siendo la mente el origen de estas acciones, el cultivo de pensamientos puros y nobles tendrá como consecuencia que el individuo se ocupe de acciones puras y nobles.
Todos los males del mundo surgen de los pensamientos y actos malignos del hombre.
Sólo cuando éste se transforme la sociedad cambiará y el mundo se reformará.
Nada se puede lograr sin fe en Dios.
El hombre no utiliza sus órganos sensoriales de la manera correcta. Tiene ojos pero no ve lo que es bueno; tiene oídos pero no escucha lo bueno.
Sólo hay una manera de corregirlo: se le tiene que enseñar el camino espiritual y ayudarlo a cultivar las virtudes de la verdad, el amor y el sacrificio.
Se le debe alejar de su búsqueda egoísta, así como de la arrogancia y el orgullo. Su mente, que es la verdadera culpable, tiene que quedar limpia de todo mal.
El hombre cree en lo falso e irreal y desconoce el sabor de la verdad, la bondad y la belleza. Sólo cuando dirija sus pensamientos hacia Dios y los aleje del mezquino oropel del mundo podrá alcanzar la verdadera paz y alegría.
No hay nada que el hombre pueda lograr si no tiene fe en Dios, no importa la sabiduría o riqueza que pueda tener.
La educación moderna no enseña a los jóvenes lo que es esencial para hacer que sus vidas valgan la pena y tengan sentido.
Tienen la mente repleta con información inútil y saben muy poco acerca de lo que es útil para la vida cotidiana. Incluso en el campo de la espiritualidad existe un abismo entre el conocimiento verbal y la verdadera comprensión de la verdad espiritual.
La gente realiza repetición de mantras, meditación y cantos devocionales, pero no hay un entendimiento auténtico del propósito interior o de lo que se espera que logren.
Todos los seres vivos tienen en común los pancha bhutas (los cinco elementos básicos), los pancha koshas (las cinco envolturas), los pancha pranas (los cinco aires vitales) y los pancha indriyas (los cinco órganos de los sentidos).
¿Cuál es la forma de esto cinco elementos? ¿Cuál es el poder que sustenta a las cinco koshas? El hombre no indaga en estas materias.
Vive continuamente en estas envolturas y funciona por medio de los órganos sensoriales, pero ¿cuál es el propósito de esta vida? ¿Cuál es el significado del nacimiento humano?
Estas preguntas no lo inquietan. Desde el amanecer hasta el anochecer se satisface adquiriendo una u otra cosa y sólo se interesa por “mi casa”, “mi carro”, “mi ropa” y cosas por el estilo.
Viviendo en esta preocupación del “yo” y “lo mío”, no recuerda en absoluto la verdad básica acerca de la Divinidad, que es la verdadera naturaleza del “yo”.
La mente es causa de la idea de “lo mío”
Cuando el hombre llama a su cuerpo “mi cuerpo”, ¿quién es el propietario o morador de él? Si no es él el cuerpo o la mente, ¿qué es entonces?
¿Tiene algún sentido hablar acerca de “mi cuerpo”, “mi mente” y otras expresiones similares cuando no hay una verdadera comprensión de quién es él?
¿Tiene algún sentido tratar de adquirir diferentes posesiones sin entender quién las está adquiriendo y para qué propósito?
Una vez que ha quedado claro que la mente es la causa de este sentido de “lo mío” y que está constituida por deseos, entonces uno procurará alcanzar el estado de samadhi (estado supraconciente de bienaventuranza en meditación) en el cual cesan todas las agitaciones de la mente.
Puede resultar difícil alcanzar ese estado de serenidad yóguica; una manera más fácil de aquietar la mente consiste en concentrar todos los pensamientos en Dios.
Cuando esto se logra, se alcanza el estado de calma que viene en el sushupti (sueño profundo sin sueño).
Se trata de un estado de ecuanimidad en el cual se ve el dolor y el placer, la alegría y el pesar con la misma indiferencia y sin ser afectado por ellos de manera alguna.
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Divino Discurso - 12 - 10 - 83
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